Cultura

Villa y el ataque a Columbus

Frente a “el único caso de una fuerza militar ex-tranjera que haya atacado territorio continental de Estados Unidos desde la guerra británico-estadounidense de 1812”, fuera del 11 de septiembre de 2001, se ha debatido con gran interés la interrogante central de ¿cuáles fueron los motivos de Villa detrás del asalto a Columbus?

Según Friedrich Katz “la principal motivación –del ataque a Columbus– fue la firme creencia, por parte de Villa, de que Woodrow Wil-son había concluido un acuerdo con Carranza que convertiría a la nación mexicana en un protectorado estadounidense. Aunque tal acuerdo nunca existió, Villa tenía información razonable para suponer que así había sido. A la luz de esta suposición, sus acciones ya no pueden ser vistas como las propias de un bandido sin escrúpulos… Deben ser vistas como el resultado de un esfuerzo calculado para salvaguardar lo que Villa creía que otros habían vendido: la independencia de México”.

La hipótesis de este ensayo es la de que fue precisamente este argumento el usado por Villa para justificar un hecho que tenía el objetivo central de realizar un acto de espectacularidad notable como para causar una reacción nacionalista en México de la cual el villismo pudiera echar mano para resurgir como fuerza política prominente en el país. De manera general, este texto no sólo conmemora el acontecimiento sino que intenta dar vigencia a la reflexión sobre la forma en que los líderes políticos de México han utilizado históricamente el argumento y la retórica, y aquí los actos antiestadounidenses para obtener popularidad, adquirir relevancia o ganar posiciones políticas determinadas en nuestro país.

El derrumbe del caudillo

A principios de 1915, Estados Unidos parecía favorecer a Villa como posible receptor del reconocimiento político estadounidense. Para muchos, esto siempre tuvo que ver con el conocimiento que Villa tenía de la importancia que la opinión pública estadounidense guardaba para su carrera política y militar. En 1914, Villa concedía entrevistas de manera gratuita a corresponsales de medios impresos estadounidenses, pagaba importantes sumas a cambio de publicidad en periódicos de El Paso y aparecía en las cintas cinematográficas, que el público estadounidense demandaba de manera entusiasta, que re-producían sus batallas chihuahuenses e intentaban algo así como pequeños documentales biográficos.

No obstante, para abril de 1915, el asunto se había complicado para Villa. La decisión de reconocerlo a él sobre Carranza ya no parecía tan sencilla para Wilson. Carranza había conducido una campaña propagandística sin precedentes para convencer a Estados Unidos de la justicia y sensatez del programa político carrancista y de la supuesta vinculación entre Villa y las fuerzas políticas reaccionarias relacionadas con Huerta. En consecuencia, Estados Uni-dos reconoció formalmente al régimen carrancista como gobierno de facto de México el 19 de octubre de 1915. Acto seguido, Estados Unidos impuso un embargo de armas y municiones a Villa e incrementó la exportación de ambas al gobierno de facto de México.

Destruida y sumida en la desorganización, en la plena debacle financiera, anímica y política, y en la franca impopularidad, la División del Norte empezó a desintegrarse y varios contingentes comenzaron a desertar hacia las filas carrancistas. En consecuencia, después de humillantes derrotas, Villa asumiría una actitud distinta hacia Estados Unidos.

El 21 de noviembre de 1915, Villa publicó un manifiesto en el periódico llamado Vida Nueva al llegar a Naco, Sonora, que contenía severas acusaciones contra Carranza y Wilson. El manifiesto informaba, desde luego sin ningún tipo de sustento, que Carranza había acordado el cumplimiento de ocho disposiciones entre ellas una concesión por 99 años garantizando los derechos estadounidenses sobre la bahía de Magdalena y Tehuantepec, el control estadounidense sobre las carreteras mexicanas hasta que todas las deudas fueran saldadas, etc.

Guerrillero desesperado

Conforme perdía apoyo popular, Villa empezó a utilizar técnicas hasta entonces insospechadas. Después de que las tropas villistas, el 22 de noviembre de 1915, fueron derrotadas durante un fallido ataque a Hermosillo, su máximo líder decidió impedir que los empresarios estadounidenses regresaran a México para reabrir sus negocios que habían dejado abandonados con el estallido de la Revolución Mexicana.

Unos cuantos días después de estas operaciones contra los empresarios estadounidenses que cobraron algunas vidas, Villa reunía a sus Dorados en una población llamada Los Tanques y les decía: “Saldremos mañana para atacar las poblaciones de la frontera de Estados Unidos en los alrededores de Ojinaga. Grandes destacamentos de tropas se nos unirán en el camino. No retendré a ninguno de ustedes después de esa aventura, y les aseguro que no se arrepentirán de participar en esta última expedición conmigo.”

El regreso del Centauro del Norte

Viéndose obligado a recurrir al reclutamiento forzado o leva, amenazando a los reclutados con “dejarles las familias colgadas de los álamos del río” si intentaban desertar, Villa puso en marcha el 24 de febrero la expedición que desembocaría en el ataque a Columbus. El ataque empezó a las cuatro de la mañana del 9 de marzo y duró entre dos y tres horas en las que penetraron hasta el corazón del pueblo y prendieron fuego a dos manzanas, mataron a 14 estadounidenses y robaron equipo militar, caballos, dinero y provisiones.

Los villistas conocían bien el terreno, habían estudiado seguramente con meticulosidad las particularidades y la ubicación de cada edificio, pero la resistencia que encontraron los villistas por parte de personal militar estadounidense y por parte de la propia comunidad fue de bastante consideración. Las bajas mexicanas fueron cuantiosas, mucho más que las estadounidenses. Después de descubrir que la fortaleza de las tropas estadounidenses era mucho mayor que la de las mexicanas, los villistas iniciaron la retirada con poco más de 300 soldados sobrevivientes. Después de 20 minutos, aproximadamente, de haberse retirado, el mayor Frank Tompkins conformó una patrulla de 32 hombres y empezó la persecución. Después de algunos minutos, y al darse cuenta de que ya había cruzado la frontera y se encontraba en territorio mexicano, Tompkins regresaba a Columbus tras una resistencia feroz del villismo en retirada.

Motivos para el ataque se han enumerado hasta el cansancio. Unos han dicho que Villa atacó Columbus porque pretendía vengarse tanto de Carranza como de Wilson, acarreándoles un problema de magnitudes internacionales. Otros más bien afirman que todo fue una conspiración alemana para que durante la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos interviniera en México y entrara en una guerra que le impediría comprometerse en Europa con los aliados. Otros autores piensan, en efecto, que el factor alemán influyó poco en Columbus y que el móvil pudo ser el robo o, incluso, una enfermedad mental de Villa. No obstante, decidirse atacar territorio extranjero, y particularmente estadouni-dense, no podía tener otra justificación que la propia supervivencia política de Villa. Esto quedaría espléndidamente bien clarificado después de la llamada expedición punitiva.

La expedición punitiva

La opinión pública y la prensa, la elite política y empresarial y, en general, la sociedad estadounidense reclamaron la intervención. En consecuencia, el general Pershing entró a territorio mexicano con miles de hombres de caballería, infantería, y artillería, con unidades de aprovisionamiento, un es-cuadrón aéreo, morteros y cañones de distintos calibres, ametralladoras, cuerpo de ingenieros, y ambulancias en dos columnas, una por el rancho Culbertson, la otra por Columbus.

Carranza exigió el retiro de la expedición mientras día a día el parte de los estadounidenses era idéntico: “Tengo el honor de informar a usted que Francisco Villa se encuentra en todas partes y en ninguna.”1 No sería sino hasta después de las conferencias presididas por los generales Obregón y Scott, cuando se declaró, el 16 de enero de 1917, el retiro definitivo de las tropas estadounidenses de territorio mexicano. La expedición punitiva terminaba como una absoluta y rotunda humillación de las fuerzas armadas estadounidenses. Los periódicos estadounidenses de la época manifestaban, en sus editoriales, que el ejército de Estados Unidos no estaba preparado ni siquiera para enfrentar una escaramuza de cuarta categoría en medio de la posibilidad de guerra contra el Japón y Alemania. Uno de ellos mencionaba que “si el ataque tuvo el efecto de apresurar la creación de un ejército adecuado para las necesidades de la nación, constituirá una de las cosas más afortunadas que jamás le haya ocurrido a nuestro país”.

Pero más allá de la humillación y del posible ejercicio preparatorio de la Gran Guerra que la expedición punitiva pudiera haber constituido para el ejército estadounidense, lo cierto es que fue una absoluta bendición para la popularidad de Villa, quien empezó a ser reconocido, en el medio político nacional e internacional, como el hombre que atacó Estados Unidos y se salió con la suya. La reacción nacionalista que Villa necesitaba para resurgir como figura pública prominente en México realmente ocurrió.

Después de Columbus, la popularidad de Villa creció de manera estrepitosa.

Para 1916 Villa era de nuevo el invencible al que, según el gobierno estadounidense, “ya son más de 1,500 soldados los que se le están incorporando en manada”. Los motivos de Villa para hacer el ataque a Columbus, parecen todos de naturaleza secundaria si consideramos por un momento que era mucho más importante el objetivo de restablecer el liderazgo político erosionado por las batallas de 1915 mediante un acto espectacular que atrajera la atención y simpatía de propios y extraños. Es verdad que el resurgimiento no duraría para siempre y que, seguramente, duraría menos de lo que en ese momento el propio Villa podía pronosticar con entusiasmo, pero también lo es que después de Agua Prieta, si se me permite el contrafactual, de no haber intentado el ataque a Co-lumbus, Villa no hubiera podido ser capaz de resucitar en la escena nacional con la fortaleza moral y política con la que lo hizo posteriormente a la incursión a Nuevo México.

Este año se cumplen nueve decenios de este acontecimiento. Vale la pena preguntarnos si ésta habrá sido la primera y no la única vez en que un líder político se aprovecha de un conflicto con Estados Unidos para hacer crecer su figura en el ámbito nacional. Vale la pena porque en periodo electoral ésta es, sin duda, una consideración aún más poderosa que durante una guerra civil como la que vivió nuestro país durante las dos primeras décadas del siglo XX.

1 A Villa se le atribuye la frase “No hay quien me pueda seguir a caballo ni a pie, ni por el llano ni por la sierra. No me agarrarán vivo ni con trampa, como a los lobos” (Enrique Krauze, Francisco Villa: entre el ángel y el fierro, Biografía del poder, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 98)

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